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Crazy Girls

La noche que nos convertimos en Infames…

30/11/2003

Salimos esa noche dejando atrás la vanidad, solo íbamos a bailar y bailar. No resultó así, fue una noche temperamental.
Partimos por la Nuñez en medio de la lluvia. Inundadas, desesperadas, en una estación de servicio tuvimos que parar. 40 minutos allí estuvimos, sin siquiera poder fumar. Sobre la hora partimos, de alguna forma llegaríamos al recital. Una odisea, una aventura, la lluvia y la excitación, 1 hora y media tardamos en llegar.

Entramos: glamorosas, ninfas, vagabundas, y empezamos a mirar…. Hombres, todos mojados, no se los podía ni tocar. Esperamos, desesperamos… alguien empezó a tocar. Un rubio con cara de porteño, en el grupo soporte osaba cantar. Lo soportamos. El tiempo debía pasar. 3 temas tocó y luego EL salio. Lo miramos, lo admiramos, nos mojamos….
Y a partir de ese momento fuimos sus victimas…

Cantó sin parar, y de vez en cuando nos miraba, mientras saltaba y bailaba sobre el escenario. Nosotras, embelesadas, cantábamos (o sanateabamos) al compás. Tan freak, tan freak, tan freak y tan popular, con EL queremos estar.
Terminaba el recital, el ultimo tema: Rubí…. Imposible olvidar su talismán, irresistible, remar contra su atracción. Totalmente mojadas. Absortas y estupefactas, no nos podíamos mover, veíamos su reflejo en el escenario a pesar de que ya se había ido. Fuimos al baño (a cambiar el calzón) y volvimos por EL.
Al pie de una escalera, alguien nos miró y nos dejó pasar. Subimos como vedettes, plumas por doquier, nos soltamos el pelo y de repente ahí estábamos… en medio de la espuma social babasonica.

Bellas, medio destartaladas, en el éxtasis del flash, con la estrella omnisexual y el glamour acomodado a la lujuria de hotel empezamos a saludar: besos por doquier, repartimos sin temor. Alguien saludó, algún otro el culo nos tocó. Pero que importaba, eran Babasonicos, que me toquen lo que quieran. Por mi cumpleaños EL me saludó. Con su voz ronca, el happy birthday me cantó.

Tomábamos cerveza, mirábamos alrededor. De repente un hombre apareció…
- Hola chicas, soy su amigo, no parezco inofensivo.
- Soy muy puta… Y ella se lo chapó.
El hombre le dio un beso que la hizo temblar. Ella, mojada, el calzón otra vez se tenía que cambiar.
- Quiero revolcarme con vos….
Muchacha audaz, no tiene paz, hábilmente logró zafar. Psicodélica alborada con amantes entrenada, preguntándome en silencio quien era él. No era un Babasonico, era el cantante del grupo soporte. PENDEJO!!!

Fuimos carne de mentira casquivana, pero a quien le importaba. Ahí estábamos, en plena noche alocada. Al hotel nos invitaron, recatadas rechazamos. EL nos miraba, mujeres alrededor que coqueteaban, todas lo besaban. Nosotras no nos quedamos atrás. Nos invitó a Carlos Paz, con ojos enamorados, le dijimos, nos encontramos allá.

Lo vimos salir, ese cruel desconocido se apodero de mi, sin vacilar, seguimos el huracán. Subimos al auto, y poco a poco, fuimos volviéndonos locas. El vapor de nuestro amor, se embriagó con su licor. Ser parte de la fantasía no nos dejaba parar.

Caliente rojo infierno, eso era Carlos Paz. Lo esperamos en la puerta para que nos hiciera pasar. Atómico momento, infrenable delirio cuando lo vimos llegar. Nuevamente lo besamos, como si fuera la primera vez. Cortesanas, gatas declaradas, deliciosas, lo vemos entrar. Sentimos el fulgor, queremos pasar, somos victimas de ese dios díscolo y muy singular.

Remanso de la noche impostergable, nuevamente estalla el ritmo entre tus botas. Sube al escenario con su copa. Morimos, desmayamos, estamos a su merced. Lo vemos cantar, nos volvemos a mojar. Para nosotras esa fiesta nunca termina junto al sueño de una amistad artificial. EL nos mira y nos canta otra vez Rubí: increíble tentación es el amor. Su cercanía, nuestra hoguera, su mirada, nos encandila, quisimos mirar bajo su pantalón, pero el patovica no nos dejó. Al lupanar nos quería llevar. Alocadas, desenfrenadas, solo queríamos llegar a EL. Luchamos, nos escapamos, por última vez lo besamos. Enamorada y tuya, le gritamos.

Después se fue, todo se acabó. Volvimos a casa manteniendo la ilusión.

Nos despertamos a la mañana, con la extraña sensación, de que ya no pertenecíamos a la decó de adolescente habitación.

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